¿Qué implica hablar de innovación en el Mercado Legal?

Representación de Luditas protestando en contra de los avances de la Revolución Industrial mediante la destrucción de máquinas de tejer.

Si usted se fija en la primera entrada de este blog notará que la misma cuenta con fecha de Noviembre del 2013. Con el atrevido y original título de “Prueba” y sin contenido alguno, dicha publicación tenía como fin dar paso a un proyecto enfocado en divulgar y analizar aquellas innovaciones que se fueren suscitando en el mercado legal y la mutación profesional y comercial que las mismas irían provocando en abogados y firmas a nivel general.

Por un periodo cercano a cinco años, aquella primera entrada permaneció solitaria y el presente blog huérfano de esas efímeras pero vigorosas intenciones que le habían dado vida. Me gustaría decir que dicha inercia se debió al conocido “bloqueo del escritor” o a la falta de tiempo de este servidor, pero la realidad era penosamente otra. Y es que aunque había múltiples ideas que compartir y de que ya se asomaba un pequeño grupo de entusiastas que muy bien podrían servir de audiencia de las mismas, me resultaba sumamente cuestionable escribir sobre un tema del cual desconocía sus causas y por demás sus posibles consecuencias.

Pero gracias a la lectura de algunos textos de Economía, acompañados de la invaluable experiencia que brinda que tus amigos te recuerden constantemente “en qué está aquel blog con nombre raro que pensabas escribir”, logré acumular la motivación suficiente para superar la parálisis y dar inicio a lo que espero pueda ser una plataforma que sirva para la correspondencia de ideas sobre temas de innovación en nuestra profesión.

Hablar de innovación es sin duda alguna hablar de cambios. Pero no todo cambio implica necesariamente una innovación. Dado esto, entiendo que quizás el tema más propicio para iniciar este blog es el de explorar la supuesta aversión de la profesión legal a la innovación mediante el análisis de los factores que dan lugar a la misma.

Si podemos asentir en que todo cambio implica un costo, el hecho de que un grupo decida no asumir los mismos no puede dar curso a que se acoja como premisa principal su desdén a la mutabilidad. Todo lo contrario. Lo lógico desde el punto de vista del accionar humano sería iniciar por cuestionar si hay una plena conformidad por parte de los profesionales del derecho y de los consumidores con el estado actual de los servicios brindados, ya que como nos dice Ludwig von Mises en su libro Acción Humana, “el incentivo que provoca que un hombre actúe es siempre alguna inconformidad, [ya que] un hombre perfectamente contento no tiene incentivos para cambiar las cosas y por lo tanto no tiene incentivos para actuar”.[1]

Quizás lo prudente sea comenzar por brindar una definición del concepto de innovación. Según el economista Mark Runco, innovación “es la aplicación de una idea creativa en la solución de un problema existente”. Lo primero que llama la atención de la definición de Runco, es que en ella no hace referencia a una idea nueva, sino más bien a una idea creativa. Esta sustitución se debe a que el concepto necesita dejar una brecha que permita incluir, no solo las ideas totalmente nuevas, sino también aquellas implementaciones que no son del todo originales, pero que si se consideran innovaciones en aquellos lugares donde nunca se había aplicado, o que no tuvieron como enfoque inicial el problema que terminaron resolviendo. Una muestra de esto la tenemos en el outsourcing de procesos legales (conocidos en el mercado como LPO), donde se emplea el reclutamiento de mano de obra de abogados de jurisdicciones diferentes para abaratar los costos de ciertos servicios. Otro ejemplo, pero ahora fuera del sector legal, lo es el uso inicial dado al compuesto químico sildenafi para tratar la angina, el que luego de probar ser ineficaz en su propósito, pasó a ser probado exitosamente en el tratamiento de la disfunción eréctil masculina con el nombre comercial de Viagra.

Algo que Runco aparenta haber obviado en su definición es el aspecto económico de la innovación, ya que no hay dudas de que la misma requiere de alguna motivación o incentivo. Pero este aspecto es cubierto en la inclusión de una “solución de un problema existente”. Lo anterior no solo supone que alguien debió haber vislumbrado que existe un problema, sino que también debió tener la motivación suficiente de resolverlo. Aquí podemos recurrir a la famosa frase de Adam Smith en Riquezas de las Naciones de que “no es de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero de la que podemos esperar nuestra cena, sino de la preocupación de éstos por su propio interés”.[2] En otras palabras, la innovación en la mayoría de las ocasiones no proviene de una obra de caridad, sino de una motivación intrínseca o extrínseca de quien innova de sacar algún beneficio.

Es importante recalcar, que no solo quien innova desea extraer un beneficio, sino que también quien hace uso de la innovación espera tener un retorno de la misma a través de la satisfacción de alguna necesidad. Esta aseveración nos lleva ineludiblemente a la pregunta de cómo el innovador logra determinar que una innovación será del gusto inmediato de un consumidor. La respuesta simple y sencilla es que el innovador no tiene manera de saberlo. El acto de innovar siempre implicará un riesgo. Por más seguro que el innovador esté de lo que pretende mejorar, nunca dejará de ser un especulador frente a los gustos del consumidor. Un ejemplo clásico lo es la máquina de fax. Alexander Bain patentó la tecnología que sirve de base para ésta en 1843, y en 1925 AT&T introdujo el servicio de fotografías por cable que permitía explotar los beneficios de la misma. Pero no fue hasta principio de la década de los ochentas que las máquinas de fax alcanzaron una demanda suficiente que hiciera de su producción una inversión económicamente viable.

Otro aspecto de importancia es que la innovación también implica desuso, tanto de aquellos métodos que sustituye, como también de las habilidades de las personas que van aminorando su empleo a medida que la innovación avanza. No es de sorprender que a través de la historia, aquellos que se ven amenazados por ser sustituidos por cualquier avance tecnológico traten de combatir la introducción de dicho avance. El ejemplo más famoso de esto fueron los Luditas, quienes durante los años de 1815 y 1816, destruyeron máquinas de tejer en forma de protesta, bajo el argumento de que las mejoras tecnológicas traídas por éstas representaban una “manera fraudulenta y engañosa” de evitar las prácticas laborales estándares de aquellos años.[3]

Algunos pueden pensar que la inconformidad de los Luditas pudo provenir de cierto comportamiento retrograda frente a los cambios que se presentaron durante la Revolución Industrial. Pero la realidad es que es difícil para cualquier persona abocarse al aprendizaje de nuevas habilidades en servicio de una nueva tecnología. Lo primero es que el factor tiempo influye de gran manera. Cualquier nueva destreza requiere de un periodo de especialización que dependerá en gran medida de qué tan pronunciada sea la curva de aprendizaje. También está el tema de que en vista de que la habilidad requerida se refiere a algo nunca antes implementado, es difícil que existan universidades o centros de estudios que provean una capacitación estandarizada. Por último, y no mucho menos importante, está la incertidumbre de saber si lo que se está aprendiendo será realmente útil y que producirá empleo o beneficios.

Una situación como la anterior la vivieron aquellas personas que estaban dispuestas a adquirir las habilidades para ser taquígrafos en la época de la invención de la máquina de escribir, pero que tenían la difícil decisión de si elegir practicar en una máquina Remington, la cual tenía una distribución de teclas como la mayoría de teclados actuales tipo QWERTY, o en una Hammond, que tenía una distribución diferente.[4] Aquellos que eligieron la máquina Hammond lamentablemente tuvieron que soportar la carga de contar con una destreza inútil para el mercado, mientras los que eligieron practicar en una Remington, se vieron ampliamente recompensados.

Otro aspecto a destacar es que la innovación requiere de colaboración. A pesar de que la literatura reciente nos quiere vender la idea del innovador solitario, la realidad es que la mayoría de veces una tarea innovadora requiere de la participación de múltiples individuos. La razón de esto es que el fin innovador que se persigue requiere en gran medida de la integración de conocimiento de múltiples disciplinas, lo cual sería sumamente difícil de conseguir para una sola persona. De aquí el beneficio que tienen las empresas con aptitud innovadora de aglomerarse en “clusters” industriales como el de Sillicon Valley, donde no solo tienen acceso a múltiples trabajadores con conocimiento complementarios, sino que también se benefician de la libertad de compartir ideas con otros innovadores y trabajadores, gracias entre otras cosas a la cercanía que le brinda dicha aglomeración.

Por último podemos mencionar la limitante de la tecnología en resolver los problemas de una manera que resulte lo suficientemente útil y atractiva para que los posibles consumidores de la innovación realicen el cambio. Hay personas que argumentan, de que parte de la profesión legal tiene componentes que no pueden ser completamente automatizados ya que la tecnología no se encuentra al nivel requerido para equipararse al razonamiento lógico de un ser humano. Y en cierta manera tienen razón. Es por esto que las automatizaciones implementadas hasta el momento en el sector legal, solo envuelven tareas sumamente mecánicas y poco ambiguas, lo cual permite una efectiva codificación de sus partes. Pero a medida que vayan avanzando las prácticas de Machine Learning e Inteligencia Artificial, no podemos descartar que otras tareas de mayor complejidad puedan ir siendo de igual manera automatizadas.

Como se habrá dado cuenta, la innovación en la industria legal es un tema complejo que requiere sin duda alguna de un análisis mucho más profundo y acabado que una simple reseña de un blog. Pero si algo quiero transmitir con esta entrada, es de que si bien es cierto de que la innovación requiere de los factores aquí expuestos y de algunos otros que de seguro he omitido, y de que la interacción de los mismos pareciese presentar amplia dificultad para alcanzarla ante el estado actual de la profesión y de los avances tecnológicos, no debemos olvidar que la misma cuenta con el respaldo del constante e imparable empuje del consumidor en maximizar sus recursos y de su preferencia siempre por lo más barato, lo más rápido, y lo de mayor calidad, y que por lo tanto, su parálisis, como la de este servidor en escribir esta entrada, siempre cesa.

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[1] Von Mises, Ludwig. (1949). “Acción Humana. Un Tratado sobre Economía”.

[2] Smith, Adam. (1776). “Una inquisición sobre el Origen y Causas de las Riquezas de las Naciones”

[3] Connie, Richard. (2011). “What the luddites really fought against”. [Entrada de Blog] https://www.smithsonianmag.com/history/what-the-luddites-really-fought-against-264412/?no-ist=&page=2

[4] Bessen, James. (2015). “Aprendiendo mediante la práctica: El verdadero vínculo entre innovación, salarios, y riquezas.”

 

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